Hay libros que, simplemente, son literatura. Nada más y nada menos. Recorren una historia, y mientras lo hacen, la crean. La narración le descubre al lector imágenes, le permite percibir sentimientos, oler lugares e incluso escuchar a los propios personajes, empatizar o no con ellos, como cuando a uno le cuentan una historia de algo que ha sucedido y por haber ocurrido suscita comentarios, porque la realidad le confiere credibilidad y es el aval del que disfruta para provocar una opinión en el oyente. Lo imaginario es solo eso, imaginación hecha palabras.