viernes, 2 de marzo de 2012

El mapa del cielo o cómo sacarle mucho partido a la nostalgia aventurera



Félix J. Palma es un brujo literario, que convierte en fantasía casi todo lo que toca. En 2008 ganó el Premio Ateneo de Sevilla en su edición número cuarenta, con una novela fascinante titulada El mapa del tiempo, que lo ha consagrado en veinticinco países, además de España.
Ahora se saca de la manga otro mapa para lidiar no con el tiempo, sino con el espacio estelar. Entre mayo de 2010 y julio de 2011 ha pergeñado para Plaza & Janés una novela de fantasía científica o de ciencia-ficción como le llaman otros, de setecientas cuarenta páginas, titulada El mapa del cielo.



Y lo hace enjaretando obras y autores que a todos nos gustan: Edgar Allan Poe, Jules Verne, George H. Wells y algunos más, que se las ven y desean con sus obras emblemáticas formando parte del argumento. Entran y salen de sus novelas como unos protagonistas más, por arte de birlibirloque y habilidad narrativa de este demiurgo, que acaba enredándonos a todos y ya no sabemos si somos marcianos disimulados viajando en el tiempo o balleneros en declive, ante el auge de los yacimientos petrolíferos que sustituyen al aceite de ballena.
Con un ritmo endiablado y manejando las tramas ajenas como si fueran propias, el autor reconstruye el mundo de la fantasía aventurera de la segunda mitad del siglo XIX, para sumergirnos en acciones sin cuento y situaciones inverosímiles, pero que acaban por atraparnos sin poderlo evitar.
Los marcianos destruyen Londres, pero ellos mismos caen fulminados por no advertir que las bacterias terrestres les son letales. Pero lo apasionante del relato es ver cómo Poe y Wells participan en la historia como implicados y se revuelven para cambiar el curso de la historia.
Un divertimento narrativo preñado de guiños literarios a los fanáticos de las novelas de aventuras, que vuelven sin advertirlo a sus años mozos y a gozar como antaño con sus autores preferidos y las mejores novelas de todos los tiempos. Una delicia.

Luis Conde Martín

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