miércoles, 21 de noviembre de 2012

Llegó, tuiteó y se marchó

 
Por Merche Rodríguez



Hace años ya que Paulo Coelho no se relaciona con la prensa más que a través de ruedas de prensa. Es su decisión y está en todo su derecho, tal vez por eso es el más deseado, porque protege su territorio como el que defiende la libertad conquistada. Pero no hay más que asistir a alguna de sus convocatorias: llenas. Como la última (hoy, 21 de noviembre), con tal presencia de medios que él mismo fotografió a los periodistas que acudimos a su llamada en el Hotel Intercontinental, de Madrid, con motivo de la presentación de su último libro: El manuscritoencontrado en Accra (Editorial Planeta).





Realmente, si el escritor brasileño tuviera que atender personalmente a cada una de las personas que le siguen no tendría días el año ni neuronas su cabeza, lo suficientemente robustas. Tan solo en las redes sociales por excelencia, Twitter y Facebook, tiene 17 millones de seguidores. Porque si las cuentas las hacemos por lectores, sus libros han vendido más de 140 millones de ejemplares en todo el mundo, han sido traducidos a 73 idiomas y publicados en más de 170 países. Un no parar.

Metódico en su producción literaria, concibe, se documenta y escribe, para después entregar a las diferentes editoriales con las que trabaja y seguir las pautas que le marcan, aplicado pero sabiendo qué se mueve en cada momento; es, por el contrario, un entregado a la causa informática (lleva sus cuentas personalmente) y su parlamento ante los medios se podría subdividir en tuits.

Antes, no hace mucho tiempo, cuando un autor era además un buen comunicador se decía que daba titular tras titular (algo muy beneficioso para el gremio periodístico porque te articulaba el artículo) ahora el interpelado lo es si siembra su discurso de buenas frases, ingeniosas, capaces de resumir en un tuit, o 140 caracteres, un pensamiento que invite a la reflexión. Y Coelho ya era bueno antes, ahora lo es más.

Invariablemente de negro, como es habitual en él, que contrasta con sus largos mechones blancos concentrados básicamente en la nuca, ha desgranado su presencia en tuits que esta que escribe (@ElBoletinsemana) ha ido subiendo a Twitter en tiempo real y que rescato ahora:

“Escribo para que me lean. Para compartir”

“Cuando se inventó la imprenta se la criticó como se hace ahora con Internet y sin embargo provocó el Renacimiento”

“Cuando escribo un tuit o un post gano 0 euros pero me conecta con la gente y la gente se conecta conmigo”

“Vivimos un Renacimiento y la gente no se entera. Cambió la manera de transmitir el conocimiento”

“Yo no soy un gurú, soy un peregrino”

“¿Qué creo que hay después de la muerte? Se lo diré cuando me muera”

“Nunca escribiré un libro de respuestas. Es más interesante no conocerlas y averiguarlas viviendo”

“A mí no me importa que me insulten, pero sí que insulten a mis lectores”

Pero Coelho dijo mucho más. Habló de la perseguida por todos felicidad, que resumió básicamente un atesorar constante, y afirmó que él prefería la alegría. Siguió defendiendo Internet como una herramienta fundamental en la vida de un escritor e incluso tuvo tiempo, y ganas, de criticar la obra de James Joyce, alguien a quien todo el mundo dice haber leído, y del que afirmó que había hecho mucho mal a la Literatura con su Ulises y justificó su presencia junto a la presidenta de su país, Dilma Rousseff, de visita estos días en nuestro país. “Me ha invitado y he estado con ella”, dijo.

Y ante las preguntas que se le amontonaban tomó las riendas, le dio paso a cada uno de los periodistas que casi nos pisábamos los unos a otros y finalizó la presentación. Firma de ejemplares, más fotografías y la convocatoria se disolvió.

Minutos después, volvía a ser él. En el exterior del hotel, junto a su equipo más cercano y el de la editorial, se fumaba un cigarro ante la mirada indiferente de los transeúntes ajenos a la fama mundial del tipo de negro con el que se cruzaban.

Sinopsis: 14 de julio de 1099. Mientras Jerusalén se prepara para la invasión de los cruzados, un griego conocido como el Copto convoca al pueblo, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, a reunirse junto a él. Mientras esperan el ataque enemigo, las gentes le preguntan acerca de la derrota y la soledad, la lucha y el cambio, la belleza, cómo encontrar el propio camino. Y después, sobre el amor y la lealtad, el destino, el sexo y la elegancia, el miedo y la ansiedad, la sabiduría, y, también, lo que aguarda en el futuro...

P.D. Como no podía ser de otra manera, no me resisto a retuitear al propio autor: "Las cosas comienzan a encajar con perfección absoluta cuando estamos concentrados en lo que queremos", Paulo Coelho dixit  

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