miércoles, 19 de diciembre de 2012

El vaso medio lleno

Por Merche Rodríguez

Perseguir, alcanzar y fracasar. Podría parecer la máxima más mínima de una derrota y, sin embargo, fracasar es un hecho positivo e incluso “merece un aplauso, porque significa que lo has intentado”. Son las palabras de Javier Iriondo que se define a sí mismo como “un soñador incurable y sin remedio, un aprendiz que intenta aportar soluciones en vez de ser parte del problema y lo que verdaderamente me importa son mis propios pensamientos, lo que yo siento y percibo de mí mismo”, asegura.

Visto así suena a egolatría insuperable y, sin embargo, cuando ese mensaje se encaja en el contexto preciso, la definición cobra un sentido diferente. Javier Iriondo, autor de Donde tus sueños te lleven (Editorial Oniro) llego a la élite del deporte durante los años 80 en Estados Unidos, como profesional del Jai Alai, un juego de pelota vasco. Alcanzó la cima, profesional y personal, y cuando lo había conseguido todo, de igual manera lo perdió y se perdió.

Iriondo ha publicado un libro a mitad de camino entre la novela y el género de autoayuda que cuenta la historia de David, un experto excalador que pierde a su amigo en un accidente mientras ambos escalaban una de las cumbres de la cordillera del Himalaya. A partir de ese momento, el montañero se siente incapaz de superar esa tragedia hasta que conoce a Joshua, un misterioso maestro que aparece en su vida.

En él ha volcado, en forma de relato, sus experiencias, primero en el mundo del marketing, en el que trabajó después de su paso por el deporte, y después como conferenciante durante ocho años como coach. “Soy la persona con mayor número de fracasos”, dice de sí mismo a la vez que asegura que nuestro pasado no determina nuestro futuro, de la misma forma “que la estela de un barco no marca el rumbo que sigue”. Por eso, asegura que “si quieres conseguir algo que no has conseguido hasta ahora, tienes que convertirte en la clase de persona que no has sido hasta ahora. Todos -dice Iriondo- tenemos que evolucionar, cambiar, dejar de lamentarnos...”. 
"Uno no está aquí para demostrar nada a nadie, salvo a uno mismo"

Charlo con él en un céntrico hotel madrileño con motivo de la publicación de su libro y acude a la cita vestido como un gentlemen moderno, con chaqueta de tweed con motivos de pata de gallo, pantalón y camisa en el mismo tono negro. Alto, delgado y con un rastro de cansancio crónico en el gesto, huella de su pasado, que entra en clara contradicción con su actitud a la hora de hablar sobre su relato.

Iriondo es una cascada de palabras. Como el que no se puede contener aunque no sé si es consciente de que sus reflexiones chocan contra un muro invisible y poderoso, herencia de nuestra cultura cristiana que gravita alrededor del sentimiento de culpabilidad, el que nos impide ser merecedores del aplauso y reconocidos como hombres y mujeres de éxito por haber querido enriquecernos con nuestro propio esfuerzo. La usura ya era en la Edad Media considerada pecado. Hoy lo “es” por mera lógica social, sus efectos son devastadores incluso para los propios usureros.

Pero Iriondo, que se hizo adulto en el mundo anglosajón, no atiende a esas razones y su mensaje es otro, el mismo que le ha llevado a él a triunfar nuevamente. “No tenemos que imitar a nadie, pero tenemos que evolucionar dentro de nuestro propio núcleo y escuchar nuestra propia voz, que es la más importante” (para escuchar al autor hacer clic aquí). 

Javier Iriondo que ha impartido numerosas conferencias como emprendedor suele repetir una misma pregunta ante su auditorio: “¿Tú piensas que ya eres todo lo que puedes llegar a ser, que no puedes cambiar nada, en tus hábitos, en tus comportamientos...?”.

El destino como futuro inapelable se vacía de contenido en su discurso siempre que se atienda a una condición, la “de cambiar, tiene que salir de dentro de uno mismo” y enlaza con el que él considera “uno de los mayores problemas de la sociedad: no darse cuenta del potencial que tiene porque la han machacado”. Como el que asume que todo va a ir a peor, después de escucharlo una y mil veces por lo que terminará anticipándose a su propio futuro y se instalará en lo que Iriondo denomina como “el club del pesimismo, que tiene tantos seguidores como el de la queja”.

Termina rotundo afirmando: “Uno no está aquí para demostrar nada a nadie, salvo a uno mismo y cada uno está aquí para satisfacer sus propias expectativas, la voz más importante que tienes que escuchar es la tuya propia”. Y que cada uno lo interprete a su manera y extraiga las conclusiones que mejor pueda aplicar. Como el que ve el vaso medio lleno o medio vacío...

El libro de Javier Iriondo cuenta con  prólogo de Pablo Motos. Si quieres saber qué empujó al presentador a escribir esa introducción puedes hacer clic aquí.

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