miércoles, 5 de diciembre de 2012

Por derecho

Por Merche Rodríguez

Hay personas que son "fábricas de feeling", una palabra, feeling, que tanto sirven para un roto como para un descosido porque significa emoción o sentimiento, pero se sobrentiende que el personaje despierta simpatía, en un Spanglish que cualquiera puede interpretar. Es más, sin pretenderlo, genera una corriente que provoca en otros una reacción positiva, de eso que se conoce como “buen rollo” y que solo lo aplicamos a personas que consideramos cercanas, porque son como un espejo en el que podemos mirarnos en alguna ocasión. Y nos solemos llevar bien con nuestro espejo, nos cae bien esa superficie que nos dice quiénes somos.

Manuel Díaz, El Cordobés es de esas personas, de las que cae bien aunque uno solo le conozca por sus apariciones en los medios de información. Un tipo de mirada despejada y profunda, la misma que se asoma a la portada del libro que acaba de publicar mr Ediciones, que lleva su nombre y su apodo torero, además del subtítulo: De frente y por derecho. Una filosofía de vida.



Salvando el espinoso de toros sí o toros no, uno de nuestro debates bizantinos porque los españoles nacemos siendo Quijotes y así vivimos, Manuel Díaz es un Personaje, con P mayúscula. Y embarcadas las editoriales en su cruzada particular, la de ofrecer libros que se vendan para no enrojecer los ídem de cuentas, la apuesta es buena.

El Cordobés, hijo no reconocido que conquistó su alias en los tribunales, es la representación del sueño americano en versión española. Un tipo que desde su propia gestación tuvo que ganarse a pulso el reconocimiento, excepto el de su madre porque ese estaba garantizado. Antes de ni siquiera haber nacido, ya era un problema. El que coqueteó con malas compañías que podían haber dado con su melena rubia en la cárcel, del que todo el mundo da por hecho que es hijo del torero Manuel Benitez, a no ser que su padre fuera un gemelo idéntico del diestro. El que sigue negándose a solicitar una prueba de ADN que oficialice un apellido que nunca ha llevado, repitiendo la misma frase: "Mamá, déjalo, tú déjalo a ver si viene él".

El que triunfó en el mundo del toro después de pasar calamidades, un topicazo typical spanish pero cierto como la vida misma. Casado y divorciado de la hija de un ganadero, con la que mantiene una serena relación porque debe ser del tipo de persona que piensa que si algo ya está roto, ¿qué necesidad hay de romperlo más? Lo que les enlazó probablemente sea lo que les sigue uniendo y el resto... quedó atrás, respetuosamente.

Felizmente casado de nuevo, padre de tres hijos, y figura del toreo. El tipo que dice, en el libro que le define a sus 44 años de edad: “El único sentido que yo le veo a esta vida es ser capaz de seguir adelante y no tenerle miedo a la caída. Porque caerse es muy fácil, lo importante es levantarse”. De esa gente que además de pasar por la vida, la vida pasa por ellos.

Independientemente de que la lectura sea del agrado o no del lector por la profesión del protagonista, este título está creado con una estructura interesante en la que el autor real del texto, Jaime Royo-Villanova, aparece en escena con una frecuencia más que evidente. En muchas ocasiones el lector se habrá sorprendido ante la buena prosa de este actor o aquel cantante y esas biografías, que se vendían como si hubieran sido escritas por sus protagonistas, no respondían a esa suposición. La vida del biografiado era lo interesante pero también se necesitaba una buena pluma que supiera contársela al lector.

Afortunadamente esa moda va cediendo y ahora el autor es visible. En el caso de Manuel Díaz, El Cordobés. De frente y por derecho, Royo-Villanova no es que solo aparezca en los créditos, es que forma parte del libro por derecho. Entra y sale de escena con discreción sin restar protagonismo a su personaje, poniendo a su servicio un estilo cuidado y elegante. Eso, también es de agradecer.

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