miércoles, 30 de enero de 2013

La vida seria de Jorge Javier Vázquez

Por Merche Rodríguez

O como un periodista de sociedad, comúnmente conocido como periodista de corazón, es capaz de acaparar con su primer libro las estanterías de librerías y centros comerciales. Y llevar varios meses viajando por España para firmar ejemplares a sus lectores y charlar con ellos, aunque apenas sean unos minutos.

¿Cómo puede alguien escribir una novela sobre su vida cuando todavía está en proceso de escribir esa vida? Habitualmente las biografías, por muy noveladas que sean, se escriben a una edad avanzada, cuando el protagonista está ya en fase de retirada de su actividad y se encuentra con tiempo para poner en orden su cronología. Normalmente, las biografías las escriben personajes que han aportado algo importante a la sociedad, porque supuestamente nadie se gasta casi 20 euros en leer la vida del que podía haber sido su vecino. Pero Jorge Javier Vázquez tiene que haber aportado, por mucho que a sesudos intelectuales se les revuelva el estómago porque la respuesta del lector ha sido apabullante: 200.000 ejemplares vendidos, 9 ediciones y promoción en diferentes ciudades como Madrid, Barcelona o Sevilla y que tiene todos los visos de continuar.


¿Ha establecido una conexión con el público porque habla su mismo idioma?, ¿hay compasión y empatía por una condición sexual que tuvo que esconder? O, ¿resulta atractivamente provocador porque rompe el lenguaje televisivo constantemente? Le enseña al espectador la trastienda de un programa en directo, se salta el eje momento sí y momento también, le enseña el croma, se pasea entre los operadores de cámara, le muestra al espectador la fragilidad del escenario, es decir, el mundo televisivo de luz y color y aparentemente estable, se apoya en estructuras de madera que no tienen ningún glamour y que dejan de tener un bonito acabado cuando se ven desde atrás, muestra el lado más feo de un show lleno de cables desordenados por el suelo.... muestra la realidad. Y eso es su novela, la realidad de una familia normal y corriente, la realidad de un chico que cambia de ciudad para encontrarse a sí mismo y encontrar un hueco en el oficio que ha elegido.

Los gurús de las letras dicen que la literatura está en su peor momento, dicen que la verdadera literatura está desapareciendo, se preguntan dónde están las grandes historias. Pero lo que es cierto es que al grupo editorial le ha crecido este año “otro premio Planeta”, que ha demostrado estar en condiciones de competir abiertamente con La marca del meridiano de Lorenzo Silva y La vida imaginaria, de la finalista Mara Torres (reseñada en este enlace por Luis Conde), competidora más directa del propio Vázquez, porque Silva tiene su público fiel, ya ha demostrado con creces que gusta a su lector y las entregas de los investigadores Bevilacqua y Chamorro, guardia civiles para más señas, tienen hasta su propia película. Con Lorenzo Silva la apuesta era segura.

Retrato atractivo de una vida cotidiana
Y de vidas va la cosa. La que nos ocupa es la del presentador que se asoma a diario a la pantalla del televisor. Y como Boris Izaguirre, y si la paciencia y la querencia le acompañan, será muy capaz de escribir una segunda novela. Al igual que al presentador venezolano la crítica especializada ni siquiera le consideraba escritor y ha demostrado con tenacidad que lo es, y además bueno, guste o no su estilo, Jorge Javier Vázquez ha escrito una primera novela fresca, descarada, bien estructurada, cercana, asequible y más que digna de un hueco en cualquier librería. En un estilo muy a lo J.J.

Ha sido capaz de retratar de forma atractiva una vida cotidiana, de problemas familiares comunes pero no por eso menos dolorosos y más bien anodina en sus primeros años, que derivó en la que es hoy en día, la de uno de los presentadores mejor pagados del momento. Tan solo se le puede reprochar el privilegio concedido a uno de sus personajes, el de Carmen Rigalt, a la que rinde sincero homenaje de amigo citándola por su propio nombre, cuando el resto están ocultos por alias o directamente inventados. No es un recurso honesto para con el lector, pero tampoco merece por ello ser quemado en la pira.

Obviando las críticas personales a tal o cual 'compañero' de profesión, la novela de Vázquez se adentra en la problemática de una sociedad pacata, la que llama con desprecio maricón a un hombre que se acuesta con otro hombre, y delinea con precisión cada una de las puñaladas que a veces vuelan en ese gremio de periodistas conocidos como los del “cuore”, en los que tradicionalmente se ha movido mucho dinero que ha emponzoñado las relaciones entre ellos, además de repasar sus primeros años de vida amorosa, a trompicones, como el que se tropieza con sus propias piernas mientras avanza.

De lo que no cabe ninguna duda, es de que La vida iba en serio y además se ha convertido en una alegría, tanto para su autor como para su editorial. Y es que, cada lector tiene su autor y cada autor tiene su lector. Lo importante es que ambos se respeten.

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